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Palma: arte contemporáneo y turismo cultural

Daniel Kahneman se convirtió en 2002 en el primer no economista galardonado con el premio Nobel de Economía gracias a sus estudios sobre la toma de decisiones en momentos de riesgo e incertidumbre. Ha acuñado el término economía conductual y en sus investigaciones pone en entredicho la idea de que el ser humano es fundamentalmente racional. Lo anterior viene a cuento porque históricamente se ha considerado que los agentes económicos actúan de forma racional, en busca del máximo beneficio, pero los estudios conductuales han demostrado que nuestros juicios están cognitiva, emocional y socialmente condicionados.

 

Ello viene a colación con la estrategia económica y turística de futuro para las Baleares, y más concretamente para la isla de Mallorca y su capital, Palma. No me andaré por las ramas: turismo cultural. Hemos de apelar a las emociones de los que nos visitan. Como dice el prestigioso psicólogo Roberto Aguado, “las emociones deciden, y la razón justifica”. Ciertamente, y a pesar del uso que hemos hecho de ella durante el confinamiento, la cultura (la utilidad de lo inútil, como lo ha llamado el profesor Nuccio Ordine) está a la baja debido al poco interés de la política por los bienes del espíritu. Librerías, teatros, salas de concierto, revistas culturales, etc. no acreditan la rentabilidad necesaria para sobrevivir en un mundo donde únicamente prima la cuenta de resultados de los que diseñan los negocios del ocio, del bienestar… En fin, la dictadura del provecho.

 

Una mirada a nuestro alrededor nos permite admirar en España contadas, aunque sonadas, excepciones, como son los casos de Bilbao y de Málaga, obligadas a reinventarse y reconvertirse por las circunstancias. Sus números (estamos en una publicación de contenido económico) son muy elocuentes: 1.- Málaga, una inversión municipal de aprox. 100 millones de euros en diez años y un presupuesto municipal de cultura de 15.000.000 € ha tenido 3 millones de visitantes en 2019, con un impacto generado por el gasto de visitantes que roza los 547 millones de euros. 2.- Bilbao, el Museo Guggenheim Bilbao ha cerrado 2019 con 1.170.000 visitantes, que han aportado 68 millones de euros a las haciendas públicas vascas. En cuanto a su impacto económico, el total de la demanda generada ha sido de 500,8 millones de euros.

 

¿Por qué Palma no es un tercer caso de éxito, si cumple a priori con más requisitos que las mencionadas ciudades? Para que ello suceda es importante liderazgo político (una importante convicción y determinación), proyectos a largo plazo (que superen ampliamente los plazos de una legislatura) y una estrecha colaboración entre el sector público y el sector privado, que no nos haga ver el gasto en temas culturales como una subvención sino como una inversión.

 

Si queremos una auténtica transformación de la ciudad, no basta con la iniciativa de varias fundaciones como la Fundación Joan Miró y la Fundación March y con un Museo de Arte Contemporáneo (que indudablemente debería abrirse a la vanguardia de fuera, aspirando a traer importantes colecciones internacionales y establecer fuertes alianzas museísticas). Tenemos otros importantes edificios infrautilizados como el Casal Solleric y Sa Llotja (un lugar que supone un reto para cualquier artista internacional) y no necesitamos crear ninguna infraestructura más; con lo existente es suficiente para crear y consolidar un turismo cultural importante.

 

Todo ello sin olvidar la posibilidad (yo diría que necesidad) de crear un sólido tejido artístico, colaborando con las galerías de arte que siempre representaron elementos dinamizadores de nuevos talentos, de intercambio con espacios de otras capitales y escaparates de artistas mallorquines o residentes que han ido trabajándose trayectorias de reconocida proyección. A mayor abundamiento, ello contribuiría a la regeneración de zonas circundantes en las que existían numerosos estudios de pintores que hoy, desgraciadamente, son apartamentos turísticos.

 

Con la futura construcción de la Caja de la Música (a cuyo proyecto tanto ha contribuido nuestro admirado Pablo Mielgo) deberíamos aspirar igualmente a la organización de un festival internacional de música. Los números del Festival de Salzburgo, grosso modo, no dejan lugar a dudas: el festival tiene un coste anual para la ciudad de aprox. 60.000.000 €. La ciudad pone 16.000.000 € para la promoción del evento, infraestructuras, etc. El resto los aporta la iniciativa privada. Durante el festival, hay 35.000 visitantes, con una media de estancias de 7 días y un gasto por persona y día de 300 €, y las entradas al festival se abonan por separado (400 € por persona y día). Fruto de todo ello, la ciudad de Salzburgo tiene unos ingresos aprox. de 140.000.000 €. De ellos, la Administración de la ciudad recibe aprox. 36.000.000 € en impuestos (es decir, 18.000.000 € más de los que invierte en el evento). El resto, es decir, la cantidad de 104.000.000,00 €, es para la iniciativa privada. El Festival de Salzburgo dinamiza la ciudad y su economía, crea puestos de trabajo y genera un enriquecimiento cultural indiscutible para la ciudad, convertida en una auténtica empresa de culturas que genere miradas, actuaciones y debates entre ellas, que contribuya a formar una ciudadanía realmente participativa.

 

Es la hora de la CULTURA de verdad. Hay que tomarse en serio la cultura, de una vez por todas. Y lo es por la cultura en sí (es un valor en sí misma, una prioridad del estado del bienestar, además de un medio para alcanzar otros fines) y, por ende, el sector cultural aporta riqueza (estadísticamente la cultura es el primer recurso turístico de Europa).

 

Con mis deseos de que Palma sea algún día una construcción cultural entretejida con criterios de calidad, abierta hacia dentro, proyectada hacia fuera, contemporánea y plural en su discurso, y siga siendo, también en el siglo XXI, y por las razones aludidas, LA ISLA DE LA CALMA, refugio de ese visitante (que no turista) que busca un lugar a salvo del ruido exterior. Un lugar que trastoque sus pensamientos y que sea capaz de voltear sus convicciones.

 

 

Guillermo Dezcallar
Socio fundador Illeslex Abogados

 

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