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El futuro ya no es lo que era

Y la Naturaleza dijo: "¡Basta ya!" La paciencia abusada se vuelve furia y ha puesto de manifiesto nuestra fragilidad, debilidad y vulnerabilidad. Hacía mucho tiempo que venía avisando, pero desde nuestra estulticia, desde nuestro pedestal de Homo Deus (“los próximos objetivos de la humanidad serán la inmortalidad, la felicidad y la divinidad” - Yuval Noah Harari) hemos hecho caso omiso a estas admoniciones.

 

Según José Antonio Marina “tal vez estemos viviendo la última oportunidad histórica de comprender nuestra evolución. No por falta de capacidad, sino de interés”. ¡Bienvenidos a la cuarta revolución industrial! Desde que el coronavirus ha entrado en nuestra vida, la Aldea Global de Marshall McLuhan está más conectada que nunca, el hombre ya no puede vivir en una época anterior, sino que deberá aprender a vivir en su propio tiempo.

 

El momento histórico es extraordinario. Hemos creado sociedades donde el Estado protegía al individuo “desde la cuna a la tumba”, según Tocqueville: “Un poder inmenso que busca la felicidad de los ciudadanos, que le sirve los placeres, atiende a su seguridad, conduce sus asuntos procurando que gocen con tal de que no piensen sino en gozar”. Ello ha dado lugar al hombre poshistórico (Francis Fukuyama): nihilista, consumidor narcisista, no dispuesto a hacer sacrificios, concentrado en el corto plazo, que se distrae fácilmente y carente de coraje.

 

Pero hete aquí que este maldito virus está atacando a los seres humanos en aquello que más valoran: su salud, su libertad y su economía. Es decir, cuestionando grandes logros de nuestra especie. Cuando finalice este confinamiento, la enfermedad dará lugar a la convalecencia y empezará nuestro duelo por la pérdida (de un familiar, económica...), porque todos saldremos de esta pandemia seriamente dañados. Ahora tendremos que hacer por necesidad lo que como especie no hemos sido capaces de hacer por virtud.

 

En el nuevo orden internacional que surgirá de esta crisis sanitaria (que es política, social y económica al mismo tiempo) ya nada será igual: la pugna  entre China (democracia iliberal) y EEUU (democracia liberal) por la hegemonía mundial; se consolidarán los nuevos actores internacionales (multinacionales o líderes como Bill Gates, Mark Zuckerberg, Ana Botín, Amancio Ortega...); se ensalzarán nuevos valores: filantropía, solidaridad, longanimidad (la grandeza y constancia de ánimo en las adversidades); habrá que ir a un reparto más equitativo de la riqueza; reformar el Derecho Internacional y las legislaciones nacionales, sus instituciones e instrumentos porque las normas actuales no nos servirán para reparar los daños y perjuicios ocasionados, sino que habrá que apelar a la mediación, la negociación, la diplomacia, el sentido común y la equidad; asumir más protagonismo la sociedad civil; primará el conocimiento y el respeto a los más sabios, quienes deberán asumir, de nuevo, las tareas de gobierno; se producirá un cuestionamiento de nacionalismos, del terrorismo internacional, de la hambruna y de la inmigración.

 

En cuanto a nuestro sector, la abogacía, tendrá que reinventarse porque no creo que la Justicia tenga la capacidad de solventar los problemas y los retos a los que tendremos que enfrentarnos desde ya. Los desequilibrios contractuales debidos a la fuerza mayor o la doctrina de la cláusula rebus sic stantibus solo podrán ser tratados considerando pérdidas y renuncias para ambas partes: arrendador-arrendatario, acreedor-deudor, empresario-trabajador, Administración y administrado, etc.

 

Los empresarios, dentro de su dramática situación, tienen la oportunidad de demostrar su lealtad a sus empleados protegiéndolos en estas circunstancias, e inocular en el ADN empresarial, y en el ADN del trabajador, el compromiso y la motivación para que, superada la crisis, ayude a la empresa a volver a la senda del emprendimiento y la prosperidad.

 

Y la clase política tendrá una tarea todavía más difícil: conseguir superar su creciente descrédito y la sensación de inutilidad e ineficacia de los partidos e instituciones políticas, tanto nacionales como internacionales (UE, sin política sanitaria común está quedando en evidencia) en grave crisis, abocadas a reconvertirse o desaparecer.

 

Aprovechemos el confinamiento para reflexionar, necesitamos conocer para comprender, y comprender para tomar decisiones y actuar. Hemos empezado también a descubrir la utilidad de lo inútil (Nuncio Ordine), el placer de saberes como la literatura, la filosofía, el arte o la música… ojalá que de ahora en adelante vuelvan a formar parte de nuestra mejor identidad.

 

Guillermo Dezcallar
ILLESLEX

 

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